domingo, 2 de marzo de 2008

Mi ritual...



Ritual…
Son las 7 horas de la madrugada y empieza el ritual…
Fuera hace frío, estamos en invierno y no apetece salir. Miro por la ventana y aun no ha salido el sol. Ni saldrá seguro. Una taza de agua hirviendo y una cuchara de café soluble… El olor del café mezclado al silencio de una casa tranquila y dormida forman parte del primer placer de un domingo temprano de invierno.
Mi mente da mil vueltas, empiezo a anticipar las sensaciones dolorosas que provocará el frío en mis dedos, el vaho de mi respiración en mi visera…
Algo de mi, me dice que debería quedarme en casa, que aun tengo sueño y que fuera el tiempo es hostil.
Pero mi mente sigue dando vueltas viendo carreteras, agua y hielo. Pienso en como tendré que llevar la moto, como dosificaré mis frenadas, mis entradas y salidas de curvas.
Siento estrés.
He bebido mi café, no siento hambre y es el momento de vestirme cálidamente. Camiseta de manga larga, jersey de cuello alto, pantalón con forro térmico, botas y chaqueta especial.
He arrancado la moto. Un sonido sordo y grave inunda el garaje. Los escapes expulsan un vapor denso que confirma los pocos grados del ambiente.
Estoy listo! Bueno más bien “estamos listos”!
7h45, abro la puerta del garaje, me pongo el casco y los guantes. Apago la luz y me subo en mi querida montura.
El motor a estas horas parece querer despertar a todos los vecinos y tengo que apresurarme para salir.
El aire fresco me hace sentir como si estuviera oxidado, con poca movilidad. Miro a lo lejos, hacia la sierra y las nubes vuelan bajo dejando adivinar un puerto de montaña cubierto.
Mientras voy subiendo, el aire enseña sus cuchillas. Sus caricias empiezan a provocar dolor en mis dedos.
Ahora pienso en la temperatura de mis neumáticos… No va subir para nada y eso, es importante. Muy importante.
La temperatura del motor marca 78º, hay niebla… mmm mal rollo, pero lindo, muy lindo. La sierra, los pinos, la niebla y el día que aparece son del todo una belleza para los ojos.
Los dedos me duelen de verdad y tengo ya ganas de llegar arriba, al puerto de Navacerrada para entrar al bar y pedir una buena tostada de aceite de oliva y un café con leche caliente. Muy caliente.
El coche de la Guardia Civil ya está aparcado en el cruce. Hay mucha niebla y viento. Cae un agua a modos de vaporización que penetra hasta los huesos.
Aparco mi montura y me voy de un paso decidido al bar-restaurante. Nada más pasar la puerta se me empañan las gafas y siento el calor del local reconciliándome con la salida de este Domingo. Saludo con un “Buenas” alto y claro acompañado de mi característico saludo de la mano.
Los dos Guardias Civiles están apoyados a la barra tomando un café y me devuelven el saludo.
Entre todos, somos tres clientes a estas horas de la mañana. Me quito los guantes y el casco. Con los dedos me limpio los mocos. Jopetas, estos 20 primeros kilómetros cuestan una barbaridad!
Me quedaré un buen rato aquí, esperando que la niebla levante para poder seguir hacia Rascafría.
Quedan unos 250 kilómetros aun por hacer... Cada unos de ellos con la misma emoción, el mismo placer... Mi ritual.